Quien viene de arriba está por encima de todos… Quien cree en el Hijo tiene vida eterna.
Después del encuentro nocturno con Nicodemo, Jesús se marcha con sus discípulos al país de Judea, no lejos de donde bautizaba Juan: allí estaba con ellos y bautizaba (v 32). Su bautismo era el bautismo de agua, como el del Bautista. Llegada su hora, su bautismo pasará a ser el bautismo del Espíritu. Es posible que algunos seguidores de Jesús, todavía hoy, sigamos aferrados al bautismo del agua; sin haber descubierto el Evangelio de la gracia, seguimos viviendo a la sombra del evangelio del mérito; evangelio que no tiene nada de buena noticia.
Las palabras del Evangelio de hoy son el testamento final del Bautista. Poco antes ha dicho: Es preciso que él crezca y que yo disminuya (v 30). Ahora, en este testimonio definitivo, retrata tan cabalmente a Jesús, que sus palabras pueden ser atribuidas al mismo Jesús. Juan acaba de decir: Quien se lleva a la novia es el novio, y el amigo del novio que está escuchando se alegra al oír la voz del novio. En esto consiste mi gozo colmado (v 29).
El que viene de arriba está por encima de todos.
Por encima de todos, aunque comparte plenamente nuestra humanidad. La comparte desde el anonadamiento y la humildad, y así nos revela quién es Dios y cómo es Dios. Jesús ejerce su poder con unas manos en las que están las marcas de los clavos de su cruz y, por tanto, será siempre un poder manso y humilde, nunca desde la prepotencia o la fuerza. El que acoge ese poder en su propia existencia vive la experiencia de estar comenzando una vida que es ya eterna.
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