28/08/2025 San Agustín (Mt 24, 42-51)
- Angel Santesteban
- 27 ago
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Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Jesús habla con frecuencia sobre la vigilancia. Sabe que nos distraemos fácilmente y así perdemos la perspectiva correcta de la vida. ¡Es tan fácil dejarnos caer en el sopor, la rutina, la mediocridad! Hoy nos invita a estar en todo momento preparados para su venida cuando concluya nuestra estancia en este mundo. Lo repetirá al final de la parábola de las diez vírgenes: Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora (Mt 25, 13).
La vigilancia supone una esperanza firme y exige sobriedad. Jesús nos invita a vivir instalados serenamente en la esperanza. Tal como pedimos en la oración de la misa que sigue al Padrenuestro: Mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. No una espera inquieta, como la de quien teme la llegada de un ladrón; sí una espera tranquila, como la de quien aguarda la llegada de su Amigo y Señor. Así lo canta una monja carmelita: Sé que mi hora se acerca y puedo esperarla sonriendo, porque lo único de lo que estoy segura es de que un amor me espera.
En otras ocasiones, Jesús presenta la vigilancia como defensa ante los peligros que acechan: Velad y orad para que no caigáis en tentación (Mt 26, 41). San Pedro escribe: Sed sobrios y velad, que vuestro adversario el Diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar (1 P 5, 8). Y san Pablo: Seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación (1 Tes 5, 8).
El secreto de la vigilancia está en el cultivo de la interioridad con la inmersión frecuente en la Palabra de Dios. Así nos mantenemos frescos y despiertos.
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