Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores.
Son muchos los inocentes, niños y adultos, víctimas de Herodes. Siempre y en todas partes. También hoy. Son muchos los Herodes que no tienen escrúpulo alguno en eliminar a quienes amenazan su poder o sus privilegios. Nos rasgamos las vestiduras ante los Herodes de turno. Sería más sabio reconocer que todo ser humano, dejado de la mano de Dios, puede transformarse en un Herodes. Esto dice santa Teresita de sí misma: Reconozco que, sin Dios, yo habría podido caer tan bajo como santa María Magdalena (podría haber dicho Herodes). Yo sé que a mí Jesús me ha perdonado mucho más que a santa María Magdalena, pues me ha perdonado por adelantado, impidiéndome caer.
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto.
José y María se ven obligados a emigrar para salvar la vida del niño. ¡Cuántos millones de personas se ven obligadas hoy a dejar su tierra para salvar su vida o su dignidad! El Papa Francisco no se cansa de invitarnos a abrir fronteras y corazones; no solamente a emigrantes y refugiados, sino a todos los habitantes de las periferias existenciales. Es un gran reto para quienes vivimos cómodamente instalados.
Y de nuevo vemos cuestionada nuestra escala de valores. Si el primer fuerte toque de atención fue el pesebre de Belén, el segundo es esta estampa de la familia de Nazaret huyendo a Egipto de noche. A nosotros nos encantan el poder, la influencia, el triunfo; el niño de Belén prefiere la fragilidad, la debilidad, el fracaso. ¡Cosas del Amor!
Comments