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29/01/2024 Lunes 4º (Mc 5, 1-20)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 28 ene 2024
  • 1 Min. de lectura

Pasaron a la otra orilla del lago, al territorio de los gerasenos.

La región de los gerasenos era territorio pagano; los espíritus inmundos campan a sus anchas. Aunque, como veíamos ayer, también pueden encontrarse cómodos en la sinagoga. Pero se mueven con mayor libertad en ambientes paganos. El Evangelio de hoy nos dice que la liberación de Jesús no sabe de fronteras; que es para todos.

Al desembarcar, le salió al encuentro desde un cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo.

Es una estampa lúgubre, con tantos elementos cargados de macabro simbolismo: sepulcros, cadenas, cerdos… Todos ellos, elementos que nos hablan de situaciones dramáticas que padecen tantos hombres y mujeres de todo tiempo y lugar.

¿Qué tienes contra mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por Dios te conjuro que no me atormentes!

Aquel pobre hombre está totalmente avasallado por el espíritu inmundo; ha perdido toda capacidad de iniciativa. Vive en un ambiente de miedo y de violencia, y no ve alternativa posible a la situación en que vive. Llega a buscar alivio lesionándose a sí mismo. Jesús ve la apremiante necesidad de liberación de aquel hombre.

¿Cómo te llamas? Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echase de la región.

Legión, porque somos muchos. En verdad, muchas son las máscaras que usa el mal para disfrazarse. Todas desaparecen ante la presencia de Jesús. Y toda la Legión de espíritus inmundos, consciente del señorío de Jesús, le suplica: Envíanos a los cerdos. Y todos, espíritus inmundos y cerdos, perecen en el mar.

Comenzaron a rogarle que se marchara de su territorio.

En ambientes paganos abundan los cerdos; valen más que las personas.

 
 
 

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