Pasaron a la otra orilla del lago, al territorio de los gerasenos.
La región de los gerasenos era territorio pagano; los espÃritus inmundos campan a sus anchas. Aunque, como veÃamos ayer, también pueden encontrarse cómodos en la sinagoga. Pero se mueven con mayor libertad en ambientes paganos. El Evangelio de hoy nos dice que la liberación de Jesús no sabe de fronteras; que es para todos.
Al desembarcar, le salió al encuentro desde un cementerio un hombre poseÃdo por un espÃritu inmundo.
Es una estampa lúgubre, con tantos elementos cargados de macabro simbolismo: sepulcros, cadenas, cerdos… Todos ellos, elementos que nos hablan de situaciones dramáticas que padecen tantos hombres y mujeres de todo tiempo y lugar.
¿Qué tienes contra mÃ, Jesús, Hijo del Dios AltÃsimo? ¡Por Dios te conjuro que no me atormentes!
Aquel pobre hombre está totalmente avasallado por el espÃritu inmundo; ha perdido toda capacidad de iniciativa. Vive en un ambiente de miedo y de violencia, y no ve alternativa posible a la situación en que vive. Llega a buscar alivio lesionándose a sà mismo. Jesús ve la apremiante necesidad de liberación de aquel hombre.
¿Cómo te llamas? Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echase de la región.
Legión, porque somos muchos. En verdad, muchas son las máscaras que usa el mal para disfrazarse. Todas desaparecen ante la presencia de Jesús. Y toda la Legión de espÃritus inmundos, consciente del señorÃo de Jesús, le suplica: EnvÃanos a los cerdos. Y todos, espÃritus inmundos y cerdos, perecen en el mar.
Comenzaron a rogarle que se marchara de su territorio.
En ambientes paganos abundan los cerdos; valen más que las personas.