Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.
La verdad. Mejor con mayúscula: la Verdad. Porque, Yo soy la Verdad (Jn 14, 6). Jesús es la Verdad, la realidad total del don del Padre y de su designio de salvación. En la gran oración de la última cena, Jesús pedirá al Padre: Santifícalos en la Verdad; tu Palabra es Verdad (Jn 17, 17). Después de su glorificación, el Espíritu de la Verdad guiará a los creyentes hacia la Verdad total: Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la Verdad completa, pues no hablará por su cuenta sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir (Jn 16, 13).
La Verdad os hará libres. ¿Libres de qué? Libres de todo lo que menoscaba nuestra vida. Libres, sobre todo, de nosotros mismos. Para Teresa de Ávila, la Verdad conduce a la libertad cuando se vive en la humildad. Humildad que no es otra cosa sino andar en Verdad. Que es muy gran verdad el entender que no tenemos cosa buena propia, sino la miseria y el ser nada. Y si no entendemos esto, andamos en mentira.
Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos.
Permanecer en su palabra significa estar vitalmente conectados con Él. Hay muchas maneras de estar conectados. Pero hay una conexión fundamental, indispensable para que las demás sean válidas: la Palabra de Dios, comenzando por los Evangelios. Antes de ser eucarísticos, hemos de ser escriturísticos. Así es cómo hacemos de su persona el centro de la propia vida; así es cómo Él se convierte en el manantial donde encontramos el agua viva que sacia toda sed.
Comments