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29/05/2021 Sábado 8 (Mc 11, 27-33)

¿Con qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado la autoridad para hacerlo?

Desde la reciente entrada mesiánica en Jerusalén, apreciamos en Jesús una actitud especialmente enérgica; en ocasiones, incluso violenta. Lo pagó la higuera sin higos. Lo sufrieron los mercaderes del templo. Sorprenderá a Pedro cuando se niegue a que Jesús lave sus pies. La violencia de Dios por irrumpir en el corazón de los hombres culmina en la cruz, cuando la vieja religiosidad quedará destruida: El velo del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo (Mc 15, 38). Con esta actitud desafiante se enfrenta Jesús ahora a los sumos sacerdotes y escriba y ancianos del pueblo. Son la autoridad religiosa judía que niega a Jesús cualquier autoridad para comportarse como lo está haciendo. Quienes mandan en el templo son ellos. No están capacitados para entender que la verdadera autoridad se ejerce desde el servicio y no desde el poder.

¿Con qué autoridad haces eso?

Podríamos ver también en esta pregunta un reproche que nosotros mismos hacemos a Jesús cuando nos erigimos en la máxima autoridad de nuestra vida; cuando le aceptamos como subalterno y no como protagonista absoluto. Esto suele suceder sobre todo en la primera mitad de la vida del hombre y de la mujer espirituales. Cuando nos empeñamos en controlarlo todo. Cuando no nos gusta dejar nada a la incertidumbre de la fe. Suele suceder entonces que vencemos algunas pequeñas batallas, pero acabamos perdiendo la guerra.

En la vida del hombre y de la mujer espirituales lo bueno comienza cuando se deja toda autoridad y todo control en sus manos; cuando lo nuestro nos importa poco: Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros (1 P 5, 7).

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