Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro y Pablo responden a Jesús muy apasionadamente; cada uno a su manera. Pedro, de forma inmediata, movido por el Espíritu, sin entender bien lo que dice: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Pablo responderá más adelante, desde una más larga experiencia de vida: Para mí la vida es Cristo, y el morir una ganancia (Flp1, 21). Los dos apóstoles nos invitan hoy a todos a responder a Jesús de manera personal.
Los dos fueron buscados y encontrados por Jesús, el uno junto al lago de Galilea, el otro en el camino de Damasco. El encuentro marcó un antes y un después en sus vidas. Fueron personalidades distintas con misiones diferentes, pero les unió la misma pasión por el Señor Jesús; hasta el final.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará.
Jesús asigna a Simón el nuevo nombre: Pedro. En la lengua de Jesús suena Kefa, una palabra que significa roca. En la Biblia este término se refiere a Dios. Jesús lo asigna a Simón no por sus cualidades o sus méritos, sino por su fe genuina y firme que le es dada de lo alto (Papa Francisco).
Son muchos los motivos que Pedros y Pablos nos dan para criticar a la Iglesia. Tanto Pedro como Pablo distan mucho de ser perfectos. Tanto Pedro como Pablo tienen que aprender a convivir con la cizaña que crece en su interior. Al final los dos sellan con su sangre las palabras de Jesús: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos (Jn 15, 13).
Esta es la Iglesia de Pedro y de Pablo, la Iglesia de Jesús, la tuya y la mía, tan divina y tan humana, tan santa y tan pecadora; la única que puede revelarnos la verdad: Jesús es el Señor.
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