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29/07/2021 Santa Marta (Jn 11, 19-27)

Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa.

Santa era Santa Marta, aunque no dicen que era contemplativa. Pues, ¿qué más queréis que poder llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció tener a Cristo nuestro Señor tantas veces en su casa y darle de comer y servirle y comer a su mesa? Si se estuviera como la Magdalena, embebidas, no hubiera quien diera de comer a este divino Huésped (Santa Teresa, C 17, 5).

Atrevida la defensa de Marta por parte de la contemplativa Teresa. Pero lo mejor que se puede decir de ella, como de sus hermanos, es lo que dice el Evangelista: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro (Jn 11, 5). Marta debía ser la mayor de las hermanas, porque siempre asume el protagonismo. También Marta ama a Jesús. Mucho. Aunque no lo expresa de una manera tan emotiva y afectuosa como su hermana María

Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Le dice ella: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.

Marta hace una profesión de fe magnífica. No entiende las palabras de Jesús. Ni le importa. Tampoco a Jesús. El acto de fe de Marta es como un cheque en blanco. Como decir: dime, Señor, lo que te plazca, que a todo lo que me digas dirá que sí, porque creo plenamente en ti.

Santa Marta. La dinámica, la generosa, la querida por Jesús. La mujer de fe en la persona de Jesús y la mujer del servicio a los demás.

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