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29/07/2022 Santos Marta, María y Lázaro (Jn 11, 19-27)

Muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por la muerte de su hermano.

Hasta ahora celebrábamos en este día solamente a santa Marta. A María de Betania la confundíamos con María Magdalena. Lázaro no debía merecerse ninguna celebración. Ahora celebramos a los tres hermanos en una única celebración. Y con muy buen criterio porque, como nos dice el Evangelista, Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro (v. 5). En eso consiste la santidad en su sentido más auténtico; especialmente si somos conscientes de ello, como lo eran los tres hermanos.

Marta es el servicio, el prototipo de persona trabajadora, pero con sutiles afanes de protagonismo y ciertos ribetes de autoritarismo. María es la contemplación, el prototipo de persona sosegada que descuida el servicio. Lázaro es la incompetencia. Hay quienes piensan que era un discapacitado. A pesar de ser de no hacer ni decir nunca nada, ni antes ni después de su resurrección, él es el único ser humano que provoca las lágrimas de Jesús, tanto que los judíos comentan: Mirad cómo le quería.

Salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: Desatadlo y dejadle andar.

Estar vivo es algo más que no estar muerto. Se puede ir por la vida de muy mala manera. Por ejemplo, atados de pies y manos por los miedos; o envuelto el rostro en un sudario de costumbres o compulsiones que nos impiden caminar libres y con la cabeza alta. Quien tiene poder sobre la muerte física, puede sacarnos, a nosotros y a quienes tenemos cerca, del sopor, del sinsentido, de la mediocridad, de la irrelevancia.

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