29/12/2023 Día V de la Octava de Navidad (Lc 2, 22-35)
- Angel Santesteban
- 28 dic 2023
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Mis ojos han visto a tu Salvador a quien has presentado ante todos los pueblos.
En Belén fueron unos pastores los que identificaron al bebé del pesebre con la gran alegría para todo el pueblo; bebé que pasó desapercibido para los habitantes de Belén. Hoy es un anciano el que reconoce en ese mismo bebé a la luz para iluminar a las gentes; también pasó desapercibido para los habitantes de Jerusalén.
Imaginamos la escena. Tiene lugar en la gran explanada del templo. Son muchos los devotos que la recorren. No ven nada especial en el joven matrimonio que, como tantos otros, traen a su bebé para cumplir con lo establecido por la ley de Moisés. El anciano Simeón es una excepción. La escena nos invita a quienes nos decimos cristianos a afinar la mirada, de modo que veamos más allá de lo que otros ven; que, sobre todo, aprendamos a encontrar al Señor en nuestros prójimos.
La escena nos invita también a vivir nuestros días en la serenidad de la paciencia; paciencia con nosotros mismos y paciencia con los demás. La paciencia de Simeón es reflejo de la paciencia de Dios. De la oración y de la historia de su pueblo, Simeón aprendió que Dios es paciente. Con su paciencia, dice san Pablo, nos conduce a la conversión (Papa Francisco).
El cántico de Simeón, como el cántico de María, brota de un corazón lleno del Espíritu del Señor. Es alabanza gozosa, es gratitud exuberante, es sabiduría profunda. Lo repetimos y lo saboreamos despacio. Porque es para alabar y agradecer a Dios esos ojos de la fe que Él ha puesto también en nosotros y hacen que veamos y vivamos las cosas como otros no las pueden ver o vivir.
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