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30/06/2025 Lunes 13 (Mt 8, 18-22)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 29 jun
  • 2 Min. de lectura

Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.

Son palabras duras. Nos recuerdan las dirigidas por Jesús a Pedro cuando, después de la resurrección, éste se interesó por la suerte de su compañero Juan. La respuesta de Jesús fue brusca: ¿A ti qué te importa? Tú, sígueme (Jn 21, 22).

Hoy, la respuesta brusca de Jesús va dirigida a un hombre que, queriendo seguirle, le pide que le permita ir primero a enterrar a su padre. Respuesta de Jesús: Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. Jesús se muestra muy radical; no acepta condiciones.

Este intercambio tiene lugar en medio de una multitud que lo rodeaba. Tampoco quienes se mantienen dentro de la multitud, por mucho que simpaticen con Jesús, pueden ser seguidores suyos. Para ser seguidor suyo, para ser cristiano, es necesario salir de la multitud. Nosotros cristianos, seguidores de Jesús, estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Nuestro pensar y nuestro actuar serán a veces radicalmente opuestos al pensar y al actuar de nuestra sociedad. Hay cosas que serán legalmente y democráticamente correctas, pero que no son cristianamente correctas.

El seguimiento de Jesús abraza todos los ámbitos de la vida; también el de la muerte. Seguir a Jesús, ser cristiano, significa que toda otra realidad pasa a segundo plano, incluyendo todo lo mío: Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo. Seguir a Jesús, ser cristiano, significa vivir la vida cotidiana y todas nuestras relaciones desde Él, teniendo siempre a Él como punto de referencia. Somos auténticos seguidores de Jesús, auténticos cristianos, cuando nuestra existencia gira en torno a Él, y esto se pone de manifiesto en una vida que rezuma gratitud y alegría, al sabernos queridos y salvados.

 
 
 

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