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30/07/2021 Viernes 17 (Mt 13, 54-58)

Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero?

Después del discurso de las parábolas, Jesús visita el pueblo donde se había criado. Todo, parábolas y hechos reales, están cargados de significado que hay que saber interpretar. Esta visita a Nazaret es uno más en la lista de rechazos o fracasos que sufre Jesús según nos narra el Evangelista Mateo. Recordemos algunos: Herodes (2,1), los habitantes de Gerasa (8,34), los fariseos (9, 11), la generación perversa (11, 16)… Los nazarenos, porque creen conocer bien a Jesús, no pueden aceptar que Él sea el enviado de Dios.

Como vemos, el fracaso de Nazaret no es un caso aislado. La visita a Nazaret se transforma en una especie de parábola del rechazo por parte de todo el pueblo de Israel. Los nazarenos se escandalizan porque la sencillez de los orígenes y de la vida de Jesús no encaja con la grandiosidad de las ideas mesiánicas que albergan. No puede ser que el Mesías sea el hijo del carpintero José. Es, en resumidas cuentas, el escándalo de la Encarnación siempre presente en la historia del cristianismo. No es de extrañar que muchos no crean semejante desatino. Lo realmente milagroso y grandioso es que algunos sí lo creemos.

La contemplación de los escandalizados nazarenos, debe llevarnos a los creyentes a gloriarnos en el Hombre-Dios, Jesús de Nazaret, el Señor de nuestras vidas. Es demasiado frecuente caer la tentación de achicar su humanidad para enaltecer su divinidad. Sucede cuando el Evangelio no es el primero de los alimento de la vida espiritual del cristiano.

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