30/08/2025 Sábado 21 (Mt 25, 4-30)
- Angel Santesteban
- 29 ago
- 2 Min. de lectura
Señor, sabía que eres exigente, que cosechas donde no has sembrado y reúnes donde no has esparcido. Como tenía miedo, enterré tu bolsa de oro; aquí la tienes.
El interés de la parábola se centra en el tercero de los siervos. Jesús lo descalifica, tratándole de siervo indigno y holgazán. Las personas timoratas son conservadoras y se creen fieles por su fidelidad al pasado. No entienden que la verdadera fidelidad es creativa y no permiten que los riesgos frenen su determinación. Es la deformación más frecuente y lamentable de lo cristiano. Se da a nivel personal y a nivel institucional. Es un temor servil que busca protegerse del mismo Dios con una vida minuciosamente estricta.
Comentando las palabras del tercero de los siervos, el Papa Francisco dice: Podemos vivir bloqueados por una falsa imagen de Dios y, a causa del miedo, esconder bajo tierra el tesoro que hemos recibido, pensando solo en nosotros mismos. Yo, como cristiano, ¿sé arriesgarme o me refugio en mí mismo por miedo o por cobardía?
Abundando en esto mismo, el Papa Juan Pablo II invitaba a los institutos religiosos a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de sus fundadores y fundadoras como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy.
Es normal que el miedo domine en la vida de quien cree en un Dios exigente y severo. Es un miedo que lo paraliza todo. Por eso que Jesús invita a quienes le seguimos a no tener miedo. Es la frase más repetida por Él: No tengáis miedo. Quien cree en el Dios de Jesús, en el Dios que es Jesús, no se deja paralizar por lo probable, sino que afronta con coraje el reto por lo posible.
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