Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.
Lo importante es la escucha. Con el corazón abierto a Él, a la Palabra que existía desde el principio, a la Palabra que era Dios, a la Palabra que se hizo hombre y acampó entre nosotros (Jn 1). Que las indignidad o incompetencia del intermediario no afecte a la atención debida a la Palabra, a Jesús. Ni que el buen hacer del intermediario cree dependencias que nublen o difuminen la claridad de la Palabra.
Lo importante es la escucha: Cuando recibía tus palabras, las devoraba; tu palabra era mi gozo y mi alegría íntima; yo llevaba tu Nombre, Señor (Jr 15, 16). Con corazón abierto y humilde, como el de santa Teresa: Hemos de dejar en todas estas cosas de buscar razones para ver cómo fue. Pues no llega nuestro entendimiento a entenderlo, ¿para qué nos queremos desvanecer? Basta ver que es todopoderoso el que lo hace, y pues no somos ninguna parte, por diligencias que hagamos para alcanzarlo, sino que es Dios quien lo hace, no lo queramos ser para entenderlo.
Lo importante es la escucha atenta y humilde: En ése pondré mis ojos: en el humilde y en el abatido que se estremece ante mis palabras (Is 66, 2).
El Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros. Y es en nuestros hermanos, con sus dones y sus límites, donde Él viene a nuestro encuentro y se hace reconocer. Y esto significa pertenecer a la Iglesia. Ser cristiano significa pertenecer a la Iglesia (Papa Francisco).
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