top of page
Buscar

30/10/2020 Viernes 30 (Lc 14, 1-6)

Sucedió que un sábado fue a comer a casa de uno de los jefes de los fariseos.

Son varias las ocasiones en que Jesús es invitado a comer en casa de sus más cordiales adversarios, los fariseos. La atmósfera en la mesa es tensa. No hay cordialidad. No puede haberla entre el formalismo fariseo y la desenvoltura evangélica.

Había allí, delante de él, un hombre hidrópico.

Escena parecida a la de la curación del hombre de la mano paralizada (Lc 6, 6-11), o de la mujer encorvada (Lc 13, 10-17). El enfermo de hoy sufre de hinchazones por acumulación de líquidos. A Jesús le afecta más la enfermedad de aquel hombre que la hostilidad de los dirigentes religiosos. Es un desvarío que puede darse entre personas devotas: cuidar mucho de prácticas de piedad y cuidar poco de prójimos.

Jesús preguntó a legistas y fariseos: ¿Está permitido sanar en sábado o no? Ellos callaron. Jesús tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió.

En momentos de desencuentro con los prójimos, es bueno y saludable contemplar a este Jesús ante los fariseos; es malinterpretado y es rechazado. Hay momentos en que Jesús no evita sacar a relucir su irritación interior. Pero, por lo general, Jesús vive el desencuentro como algo que hay que saber asumir con la mayor serenidad posible.

El espíritu fariseo está tan preocupado con la letra de la ley que olvida el espíritu de la ley. Apegados a la ley, olvidan el amor. Para éstos, Jesús encuentra solo una palabra: ¡Hipócritas! Jesús se acerca al enfermo. La cercanía es la prueba de que vamos por el camino auténtico, el camino que eligió Dios para salvarnos: se hizo hombre (Papa Francisco).

0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page