Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro invitado más importante que tú y el que os invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro.
La parábola de la elección de los primeros puestos en un banquete es la primera de las tres que pronuncia Jesús sentado a la mesa de un jefe de fariseos. Las otras dos son: la elección de los invitados, y la gran cena. Con la parábola de hoy Jesús quiere hacer ver lo absurdo de una religiosidad dominada por la ambición, la vanagloria y el creerse bueno.
Dirá Jesús: Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado (Mt 23, 12). Y Pablo: No hagáis nada por ambición o vanagloria, antes con humildad tened a los otros por mejores (Flp 2, 3).
La parábola apunta más allá de superficiales vanaglorias. Apunta a la actitud farisea de sentirse justos por observar escrupulosamente la ley. Es una actitud generadora de arrogancias, distancias y distinciones, respecto a otros. Es el pecado de soberbia en su más refinada expresión. Jesús ataca esta actitud con tanta violencia por ser tan ajena a la actitud de Dios: Siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo (Flp 2, 6-7). La actitud farisea pervierte la relación con Dios y la relación con los prójimos.
Los fariseos estaban tan apegados a la ley que habían olvidado la justicia y el amor. El estar apegados a la letra de la ley lleva a la cerrazón, lleva al egoísmo, a la soberbia de sentirse justos, a la santidad de las apariencias (Papa Francisco).
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