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31/03/2023 Viernes 5º de Cuaresma (Jn 10, 31-42)

Aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: Yo soy Hijo de Dios?

Cuanto más avanza Jesús en la revelación de su identidad, más fuerte es el rechazo de las autoridades judías. Llegan incluso a recoger piedras para apedrearlo. No se engañan cuando en Jesús la pretensión de ser Dios llamándose a sí mismo Hijo de Dios. Y esa será su acusación principal ante Pilato: Según nuestra ley debe morir porque se tiene por Hijo de Dios (Jn 19, 7).

Los tres primeros Evangelistas nos dicen que Jesús fue condenado por una razón de tipo social; porque prefería a los pecadores poniendo en riesgo la identidad del judaísmo. El Evangelista Juan, sin negar lo anterior, nos dice que Jesús fue condenado por una razón de tipo teologal; porque se hacía Dios.

Cuando Jesús se encuentre solo con sus discípulos le resultará más sencillo manifestar su identidad. Por ejemplo, cuando se entera de que su amigo Lázaro está enfermo: Esta enfermedad no es de muerte, es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella (Jn 11, 4). Poco después Marta, la hermana de Lázaro, dirá en su confesión de fe: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo (Jn 11, 27).

Es necesario, para una vida sana y equilibrada, ser conscientes de la propia identidad. La persona de Jesús está fundamentada en su ser Hijo de Dios. Los creyentes, los que seguimos sus pasos, debemos fundamentar también nuestras personas y nuestra identidad en ser hijos e hijas de Dios. Ese debería ser el distintivo más evidente para quienes tenemos alrededor.

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