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31/05/2021 La Visitación (Lc 1, 39-56)

Entonces María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de Judea. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Dentro de los tres meses que separan la Anunciación del nacimiento del Bautista, celebramos la Visitación. María es nuestro modelo: ha recibido el don más preciado de Dios y se pone en camino para llevar a Jesús (Papa Francisco). María viaja para ponerse a disposición de Isabel, embarazada y de avanzada edad. Viaja también porque ella misma se ve necesitada de apoyo en su tan delicado momento. Tanto el servicio como el encuentro requieren la actitud de salir de sí mismo: salir para servir y salir para encontrar, para abrazar a otra persona (Papa Francisco).

La Visitación es la fiesta icónica del gozo que nace de la amistad del alma. Gozo que florece en María con el Magnificat: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. El Magnificat resume toda la vida de María. Viéndose arrollada por la marea del favor gratuito de Dios, responde con una efusión de desbordante gratitud. Las palabras de Isabel provocan que María se sienta abrumada ante la grandiosidad del proyecto salvífico de Dios.

María se ve a sí misma como la primera persona en recibir la misericordia y la salvación de Dios; misericordia y salvación que llegan a todos de generación en generación. María escribe el borrador de lo que proclamará el ángel a los pastores de Belén: Os anuncio una gran alegría, que será para todo el pueblo (Lc 2, 10).

María siempre apunta a Jesús; no le agrada que nos quedemos con ella. Nos envía a Él como hizo con los sirvientes en Caná: Haced lo que Él os diga.

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