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31/10/2021 Domingo 31 (Mc 12, 28b-34)

No estás lejos del Reino de Dios.

El que no está lejos está cerca, pero no está dentro. El escriba, maestro de la ley antigua, ha preguntado: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Todo israelita había aprendido de niño la respuesta dada por Moisés: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón… (Deut 6, 4-5). Es el primer mandamiento de la ley antigua. Jesús, citando de nuevo a Moisés (Lev 19, 18), añade el mandamiento del amor al prójimo poniéndolo a la par del primero. El escriba, maestro de la ley antigua, está de acuerdo con Jesús; por eso no está lejos del Reino de Dios.

Llegada su hora, Jesús se desentenderá de la ley antigua y el primero de los mandamientos será otro: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12). Lo dirá con mucha insistencia. Por ejemplo, en la parábola del buen samaritano donde nos deja en ridículo a los piadosos y nos propone como modelo a un apóstata. Por ejemplo, en la parábola del juicio final donde no se piden cuentas del amor a Dios; solamente se piden cuentas del amor al prójimo.

En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros (Jn 13, 35). Está claro que lo esencial del cristiano no está en la confesión de una doctrina ni en la observancia de unos ritos, sino en el amor al prójimo. Quizá muchos no acabamos de asimilar esto y nos parece mejor seguir a Moisés antes que a Jesús. La ley antigua, la de Moisés, muestra el acceso a Dios a través de lo sagrado. La ley nueva, la de Jesús, muestra el acceso a Dios a través de lo profano.

¿Quizá Jesús puede decirnos también a nosotros que no estamos lejos del Reino de Dios y que, por tanto, no estamos todavía dentro, por no haber asimilado el primero de los mandamientos de la nueva ley?

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